“LA MALETA MÁGICA” EN LAS COMUNIDADES DE NUEVO JARDÍN, MOCAGUA, PALMERAS Y EL VERGEL, PARQUE AMACAYACU, SELVA AMAZONICA COLOMBIANA

Cuando uno esta soñando solo, es solo un sueño,
Cuando muchos sueñan juntos, es el principio de una realidad.
Friedensreich Hundertwasser


Experiencia social durante el mes de enero del año 2009 


El 27 de Diciembre del año 2008 viajamos desde la ciudad de Bogotá hacia “la gran serpiente” nombre con el cual es llamado el río Amazonas tradicionalmente, queríamos acercarnos a escuchar ese mundo de nichos tejidos, crear un proyecto que nos permitiera conocer nuevos territorios por medio de la voz de los seres que los habitan.

Así nació este sueño llamado “La maleta mágica” un cuento-taller de sensibilización humana que busca recobrar el asombro por la vida; a partir de ejercicios corporales y lúdicos jugamos a recordar nuestra naturaleza milenaria como seres transformadores y creadores mientras se desarrolla el cuento de la maleta viajera y sus tripulantes, cuento del cual todos somos parte. 


Un sueño hecho realidad 
Durante mes y medio realizamos el cuento-taller, primero en la comunidad de Nuevo Jardín ubicada a 3 horas río arriba de la ciudad de Leticia y luego en tres comunidades pertenecientes al área de incidencia del Parque Nacional Amacayacu: Palmeras, Mocagua y el Vergel, impregnándonos a nuestro corto paso de algunas realidades y sentires que acá narramos.


En cada comunidad realizamos dos sesiones en días diferentes, en la primera presentamos el cuento de “La Maleta Mágica”, que narra la historia de una maleta viajera y sus tripulantes encantados.

Filemón es el primer tripulante que sale a presentarse, un viejo acordeón rojo que por haber nacido en el país del viento es un maestro en el arte de respirar, lo hace con su vientre y cuando respira, respira música; jugando con él se busca que todos los participantes tomen consciencia de su ritmo respiratorio. Sin importar el grado de dispersión que tuvieran los niños a través de la música y el cuento se pudo centrar la atención del grupo, muchos de los niños nunca habían visto un acordeón, Filemón fue el afortunado!

Terminada la música de Filemón; jugamos al cuento de la vida, que narra la historia de un gran bosque desde su nacimiento como semillas a medida que van creciendo; el objetivo es despertar la fantasía e imaginación a través del juego con los tripulantes de la Maleta generando un espacio de expresión y creación.

Este espacio nos permitió vislumbrar la identidad innata en cada niño al representar las especies arbóreas propias de su territorio ya que en el juego se escucharón las voces:
“soy Copoazú, yo piña, Plátano, Uito!, yo Canyarana!” nombres comunes, de sus frutas favoritas.

Para que estas frutas crezcan, en el cuento de la vida Alfonsina nuestra Kalimba representa el agua y Höacu (Sol en lengua tikuna) un tambor de caucho representa la energía solar; al escucharlos los niños y niñas jugaban a levantarse imitando el crecimiento de la semilla, algunos de ellos por timidez no participaron, pero con un poco de ánimo y al escuchar los instrumentos musicales se integraron al juego. La capacidad de expresión corporal de la gran mayoría de los niños es admirable, incluso quienes al comienzo se mostraron tímidos fueron luego los que animaron al grupo a  improvisar movimientos y sonidos para recrear la historia.

Muchos de los niños con los que trabajamos tenían una gran habilidad rítmica y no necesitaron estar demasiado tiempo con los tripulantes musicales de nuestra Maleta para expresar su capacidad creadora. Este poder que tiene la música para revivir el asombro por la vida y que logró la atención de un público tan disperso como son los niños, puede ser una valiosa política educativa, porque es a partir de la acción que se despierta la conciencia por el entorno del que somos parte.

En la segunda sesión presentamos a la bandera de colores símbolo que nos reúne en la unidad de la diversidad sin importar de qué color sea nuestra piel, la bandera es un símbolo en el que nos podemos identificar todos sin importar nacionalidad o región ya que tiene los siete colores del arco iris, es la unión de todas las banderas. En este día nos pintamos los rostros de colores mientras creamos una gran bandera plasmada en cada taller con materiales distintos, la bandera quedó en cada comunidad como testimonio del trabajo y la creación colectiva.

Como parte del taller, en las comunidades de Nuevo Jardín y Palmeras tuvimos la oportunidad de salir a caminar con los niños, lo cual permitió cumplir uno de los objetivos de la Maleta Mágica, conocer el territorio a partir de la voz de quienes lo habitan. En ese caso los niños nos acompañaron a descubrir el microcosmos del que hacen parte infinidad de seres de la selva. Utilizamos la fotografía como herramienta para desarrollar la observación en grupo del entorno, invitando a que ellos nos avisaran de cualquier planta o animal que les llamara la atención para ser plasmada en el lente. Ahí ellos fueron los maestros, porque “La Maleta Mágica” considera el conocimiento como un proceso de reconocimiento mutuo.

A partir de estas primeras experiencias el cuento-taller ha ido transformándose y enriqueciéndose incorporando nuevas herramientas educativas, adaptándose a distintas poblaciones, edades y necesidades, todo esto gracias a las comunidades que nos permitieron realizar el taller.



En el cuento de La Maleta Mágica existe un lugar llamado Amacayacu, lleno de caracoles trasparentes, atardeceres de ensueño,   árboles que bailan, caminos encantados, soñadores que con sus actos protegen las raíces mas profundas de la madre selva. Ésta experiencia viaja guardada en la maleta. Proyecto piloto que además del parque Amacayacu recorrió varias comunidades, ciudades, pueblos y regiones de Colombia, Perú y Bolivia, jugando con más de 600 niños a su paso y que ahora de nuevo en Bogotá continúa creando historias para volver a abrirse.



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